jueves, 11 de septiembre de 2008

Lluvia en mi corazón...


Era un día húmedo y no solo por las tenues lluvias, finales de verano, cuando el sol no sabe si quedarse o dar paso ya a la nueva estación. Los días se hacen feos porque aún viendo el cielo oscurecerse y pensar que el invierno se acerca, el calor sigue, persiste, y se niega a abandonar la tierra y dejarla como estrellas de cristal. Mi paso era muy suave, como si el duro cemento fuese arena y no desease ser seguida por nadie, no quería haber caminado por allí, no quería que nadie se fijase en mi presencia, era como un fantasma, o al menos así me sentía. Se que aunque lo desease nadie habría girado la cabeza, pero tampoco era el caso, me da pereza salir, me resulta tan triste el mundo que solo quiero encerrarme, pero luego observo a pequeños y hermosos pájaros, los veo volar, libres, sin restricciones ni ataduras, sin ser esclavos de ninguna sociedad y me dan ganas de caminar. Y es aquí donde me encuentro, vagando por calles en las que no hay nada salvo almas podridas, es tan difícil ver un ápice de luz, un corazón que se vea relucir entre este motón de cadáveres que caminan. Soy esclava de una sociedad que me odia, soy esclava de una tierra gris, de árboles negros, y de agua marrón. Soy esclava de un mundo que no merece ser recordado.. Y a pesar de todo sigue habiendo belleza, siguen existiendo los grandes actos por amor, aunque sean pocos, siguen existiendo aves que recorren miles de km para llegar un hogar mejor, sigue habiendo leonas que cuidan de sus cachorros, sigue habiendo mariquitas que se pasean por jardines frondosos, sigue habiendo flores entre los podridos matorrales, y aunque todo muera, aunque el cielo se cierna sobre nosotros, cada día podemos seguir viendo un acto de amor, un acto que merezca la pena ser recordado, una criatura que nos ilumine una sonrisa, en pocas palabras un motivo para vivir.

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